Alguien entró en la habitación. Me acerqué a ver quien era.
Era una chica, estaba pasando a limpiar las habitaciones. Parecía sorprendida, se extrañó bastante al verme, era como si no esperase ver a nadie aquí, o quizá es que vio el desastre de habitación que había dejado.
La verdad es que es muy mona, y bastante joven como para trabajar aquí. Tras una breve pausa se decidió a decir algo.
-Buenos días, ha…. ¿ha pasado una buena noche?
-Eh... pues sí, la verdad es que he estado bastante bien.- Dije sin mucha seguridad, en realidad no recordaba nada de la noche anterior, y esta mañana había sido demasiado extraña como para calificarla como buena o mala.
-Perdone, pero nadie ha reservado esta habitación desde hace 6 meses, Usted no debería estar aquí...
Definitivamente, no esperaba encontrarme aquí. Parecía muy nerviosa, pero no le di importancia al asunto, tenía otras cosas en las que pensar.
-Lo siento, de verdad, no sé nada de lo que pasó anoche…
Miré hacia la puerta y ella se había esfumado. Estaba empezando a sospechar de todo, no había nada extraño en que la chica se hubiese ido así, parecía bastante tímida. Pero… ¿cómo había llegado yo a esa habitación?
Me puse los zapatos y recogí todas mis cosas, debía salir de ahí antes de agotar lo poco que me quedaba de cordura.
Me decidí a ir a ese lugar del que huí, con esas personas a las que decepcioné una vez. Les debía al menos una disculpa. Creo que sobran todas las explicaciones posibles, es más, ni siquiera yo soy capaz de explicar en lo que me he convertido, lo único que sé es su desencadenante, la muerte.
Antes de volver a casa debía pasarme por el Starbucks, era el lugar favorito de Mikey. Solíamos pasar un montón de tiempo allí, lo echaba de menos. Siempre habíamos estado muy unidos, pero tras los últimos acontecimientos nos habíamos distanciado, no sé qué sería de su vida, de lo único que estoy seguro es de que seguirá adorando el café.
Al llegar al Starbucks vinieron a mi mente muchos recuerdos de mi infancia, estaba sonando una de mis canciones favoritas, ‘’Sweet Child O’Mine’’
Cuando Mikey y yo éramos pequeños, solíamos pasar mucho tiempo en el Starbucks, pedíamos frappuccinos a nombres extraños y luego no reíamos mientras que los leían, no era gran cosa, pero disfrutábamos mucho haciéndolo. Hasta que llegó el día en el que nos prohibieron la entrada, fue en este mismo Starbucks, hace bastantes años.
Veo que todavía conservan esta extraña figurita, siempre me había llamado la atención. Es muy fea, por lo que siempre he pensado que tenía algún valor simbólico.
-Buenos días.
-Hola.- Emití una extraña sonrisa, yo sabía que era melancólica, espero que el dependiente no lo interprete de ninguna forma extraña.
-¿Qué quiere que le ponga?
-Pues me gustaría pedir 10 frapuccinos.- Cuando lo pensé no sonaba tan extraño como al decirlo, bueno, la verdad es que ni siquiera lo pensé, es lo que solíamos tomar Mikey y yo siempre. Cuando el café era la droga más adictiva que había probado.
-¿Perdona? ¿Ha dicho 10 frappuccinos?- Dijo el chico, sopesando si era una broma.
-Sí, 10.- Al afirmarlo no pude evitar reírme, me sentía relativamente bien, siempre que los pedíamos obteníamos una reacción similar.
-¿A nombre de quién?
Ahora es cuando solíamos decir un nombre divertido, para luego reírnos, pero eso fue lo que cambió esta vez
-Gerard.
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